El lupus se encuadra dentro de las enfermedades autoinmunes. El sistema inmunológico del cuerpo normalmente produce proteínas llamadas anticuerpos para proteger al organismo de virus, bacterias y otras sustancias extrañas denominadas antígenos.
El lupus es una enfermedad infamatoria crónica, es decir que produce infamación de los órganos afectados y que persiste durante un largo período de tiempo, lo que podría significar durante toda la vida. Sin embargo, el lupus se manifiesta alternando períodos de mayor actividad o más síntomas (exacerbación) con otros de inactividad (remisión).
El lupus es más frecuente en la raza negra y en los asiáticos. Aproximadamente, una ciudad que tenga 100.000 habitantes, cada año tendrá 7 nuevos casos de lupus. El lupus puede aparecer en cualquier edad: infancia, edad adulta y ancianos, aunque en la mayoría de los casos aparece entre los 17 y 35 años.
El lupus eritematoso sistémico es, como su nombre indica, una enfermedad sistémica. Esto significa que puede afectar a muchos órganos: piel, articulaciones, riñones, corazón, pulmones… pero la mitad de los pacientes con lupus tienen afectación casi exclusiva de la piel y las articulaciones.
El diagnóstico del lupus, se basa en tres aspectos fundamentales: 1) los síntomas que explica el paciente; 2) el examen físico del enfermo y 3) los análisis de sangre y orina.
El lupus no se cura con medicamentos, pero sí puede controlarse.
El abordaje del tratamiento está basado en las necesidades específicas y los síntomas de la década paciente. Dado que las características del lupus pueden variar de forma significativa entre distintos individuos, es importante hacer hincapié en la importancia de los controles médicos, cuya frecuencia dependerá de la situación clínica.